La necesidad del viaje

Estamos en esa época del año donde nos ponemos a planear sobre los meses y días del calendario posibles fechas para hacer nuestros viajes y escapadas de fin de semana. Ya sea por nuestra cuenta, con amigos, en pareja o en familia necesitamos de esos momentos de desconexión, de exploración y aventura. No podríamos valorar lo cotidiano, lo conocido y querido sin una dosis de sorpresa y novedad en nuestras vidas. El viaje y la curiosidad despierta nos revitalizan y rejuvenecen. Todos amamos lo que nos aporta el viaje. Sus momentos, sus recuerdos y anécdotas. Hay más disfrute en lo que fluye que en lo que permanece estancado, sin duda. Viajar ensancha nuestra realidad. Sin los viajes y el intercambio cultural las sociedades agonizan.

Ahora, el acceso al viaje de largas distancias es mucho mayor tanto por lo económico como por el acorte de tiempo. El conocimiento y recorrido de los continentes poblados: América, Europa, África, Asia y Oceanía está a nuestro alcance. Podemos explorar sus territorios y distintos climas: La costa del Pacífico, la costa atlántica; paisajes de tundra en Alaska, el bosque boreal canadiense; el clima cálido ecuatorial de la selva amazónica y el subtropical de Nueva Zelanda, etc. Pero no siempre tenemos por qué irnos tan lejos. También disponemos de una oferta interesantísima dentro del país. Las actividades que se pueden hacer pasan del senderismo o las raquetas de nieve (si es invierno), a la espeleología y la escalada, entre muchas otras.

Aunque seamos madres y padres de familia con niños pequeños no nos tenemos por qué privar de lo que más nos gusta. Planear un fin de semana de aventura y actividades deportivas en el campo con la familia no solo es posible, sino que es muy recomendable. Estas escapadas con la familia son vivencias de disfrute compartido, que ayudan a estrechar lazos entre sus miembros y no se olvidan. Se desconecta del estrés y las preocupaciones. Se siente el bienestar y la alegría del cambio, el calor de las relaciones interpersonales, se respira el aire fresco de la naturaleza, se aprecia la belleza de las estaciones, el paisaje y sus variedades. Se viven aventuras como la de adentrarse en una cueva y explorar sus rincones, por ejemplo. Y con estás divertidas y reconfortantes actividades recordamos nuestra propia infancia al observar y cuidar la de nuestros hijos, al vivir momentos de calidad junto a ellos.