La montaña y el deseo de alcanzar su cima

El montañismo nace en los Alpes a finales del s. XVIII. Se trata de una actividad deportiva, que para muchos es toda una filosofía de vida. El montañismo y sus posteriores derivaciones como pueden ser la escalada deportiva, el barranquismo, el esquí de travesía o raquetas hacen que experimentemos la montaña de un modo totalmente distinto, nuevo y adictivo. A través de este deporte y sus distintas variantes ponemos a prueba nuestra resistencia física y mental. Sentimos la grandiosidad de la naturaleza, su fuerza e imprevisibilidad, su belleza, su impasibilidad y frialdad frente a nuestra pequeña figura que, sin embargo, a pesar de las dificultades y limitaciones consigue en ocasiones llegar hasta su centro más alto. La esencia de este deporte y la actitud deportiva con la que se realice radica en la mayor honestidad y limpieza de medios a la hora de enfrentarse al reto de subir una montaña. Porque en realidad es más importante la manera en que se alcanza una cima, que el hecho en sí de alcanzarla.

Haré un brevísimo recorrido por algunas figuras de interés que ha dado este deporte:

Marie Paradis, una humilde sirvienta que subió en el año 1808 a la cima del Mont Blanc, convirtiéndose en la primera mujer en hacerlo.

Elizabeth Hawkins, montañera, escritora, fotógrafa y directora de cine. Dirigió al menos diez películas de actividades alpinas con reconocimiento en su época. Como montañera hizo primeras ascensiones, conquistando picos que nadie había escalado antes.

Andrés Espinosa Echebarría, precursor del alpinismo vasco. Hombre culto, sin mucho dinero, que realizó sus viajes y ascensiones en solitario con muy precario material. Subió solo el Mont Blanc en 1929, siendo la primera persona en hacerlo en solitario. Fue calzado con sus abarcas y equipado únicamente con un piolet y unos crampones. También subió solo, descalzo y sin cuerda El Naranjo de Bulnes en un impulso casi místico. Viajó a África y escaló en solitario el Kilimanjaro en 1930, siendo la primera vez registrada que una persona sola lo hacía. Se convirtió en toda una leyenda por la fortaleza física y mental que demostró con ello.

Junko Tabei, la primera mujer en llegar a la cima del Everest en 1975. El equipo que la acompañaba era femenino también. Para la ocasión por falta de mayor patrocinio hacen bolsas impermeables y guantes con material de asientos de coches reciclados y confeccionan sus sacos de dormir, comprando las plumas. También fue la primera mujer en escalar las siete cumbres, las montañas más altas de cada continente. Hacia el final de su carrera se preocupó por el medio ambiente. Trabajó de forma activa para eliminar los deshechos que quedaban tras las expediciones al Everest y preservar la naturaleza de la montaña.

Wanda Rutkiewicz, montañera en una rama más pura, amplió con su carrera los límites físicos y psicológicos que se presuponían erróneamente en las mujeres montañeras. Lo dejaba bien claro a quienes intentaban impedir sus sueños. “Todos los intentos de limitar mi independencia los contemplo como una agresión”.

Alison Jane Hargreaves, que escaló el monte Everest sola, sin oxígeno, ni ayuda de sherpa y la cara norte de los Alpes en una sola sesión, siendo la primera persona en hacerlo.

E Iñaki Ochoa de Olza querido por su modestia y grandeza de espíritu. Priorizaba el compañerismo y la calidad humana como persona por encima de su profesión como montañero. Desmitificaba la figura del alpinista. Realizaba sus ascensiones de un modo humilde y respetuoso. Siendo consciente y declarando abiertamente los motivos vanidosos que encierra muchas veces este deporte. Alcanzar la cumbre parece una pequeña victoria frente a la inmensa fuerza de la naturaleza. Como él mismo dijo “Esa cima que centellea con rabia solo mide con exactitud nuestra propia vanidad, nuestra impermanencia irremediable”.