Conocer gentes y lugares
: 29-08-2019 : 0 Comentarios
“Viajar es descubrir que todos están equivocados acerca de otros países” dijo Aldous Huxley.
Hay que llegar a los lugares por uno mismo y sacar conclusiones propias acerca de ellos. El mundo se ensancha y embellece ante una imagen más certera de los pueblos. Practicar el sano ejercicio mental de ir más allá de los prejuicios que nos han dado.
Me gusta la imagen romántica del viajero, que en sus aventuras hace amistad con los lugareños, se interesa por sus costumbres, prueba sus comidas y se integra de lleno en la vida de la comunidad. El viaje tiene un sentido antropológico y filantrópico valioso. Viajar no es solo visitar lugares, sino también descubrir gentes y culturas. Un ejemplo de este tipo de viajeros fue la escocesa Isobel Wylie Hutchison. Mujer culta y deportista. Sabía de botánica; hablaba más de cinco idiomas; escribía artículos y libros sobre sus viajes; pintaba escenas de sus aventuras; etc. En su juventud practica el tenis, el tiro al arco, el senderismo, el ciclismo, entre otros deportes. Con veinte años recorre en varias ocasiones distancias a pié de más de 100 kilómetros en su tierra natal.
En su edad adulta viaja a diferentes lugares entre ellos Islandia y Alaska. Escribe extensos artículos en la revista de National Geographic sobre sus impresiones y vivencias en ellos.
Su propósito cuando llegó a Islandia en 1924 era caminar alrededor de la isla. Algo que resultaba poco común, novedoso en el momento, por lo que no existían guías previas para orientarse. Con todo y con ello desembarca en Reykjavik, su capital, y se lanza a su aventura sin rutas marcadas. Se encuentra con que los lugareños resultan ser muy hospitalarios. Le prestan ponis para hacer algunos tramos sin aceptar dinero a cambio. Queda además enormemente impresionada por la flora y naturaleza de la isla.
En 1933 se dirige a Alaska inspirada por el Ártico americano. Viaja dispuesta a renunciar a comodidades, subir montañas, enfrentarse al frío, viajar en trineo, acceder a lugares remotos, etc. Va construyendo su viaje sobre la marcha. Conversa con todo tipo de personas para recoger información. Intercambia ideas con otros viajeros. Come en restaurantes locales. Toma consejos para adaptarse bien al invierno del ártico. Entabla conversación con comerciantes del lugar. A raíz de una de esas charlas, se une a tres comerciantes rusos y viaja con ellos en un estrecho y pequeño barco. Conoce pueblos esquimales de la costa norte con los que comercializan. También se encuentra y relaciona con mineros de la zona. En otro momento de este mismo viaje visita a un escocés, antiguo capitán de un ballenero, casado con una mujer nativa con la que vive junto con su numerosa prole en una cabaña de dos habitaciones y un cobertizo. Convive con ellos durante dos meses.
Cierto es que ahora con las redes de comunicación audiovisual y la velocidad de los medios de transporte como el avión, la extrañeza entre los pueblos no es tan grande como antes y su influencia mutua es mayor. Pero siempre existirán realidades particulares a las que uno solo pueda acceder estando allí presente.